jueves, 12 de marzo de 2009

Carta a un Desconocido...

Voy a contarte lo mucho que me gusta perderme en tus ojos gatunos, cuando con sigilo a veces me miras en la penumbra de nuestra habitación, demasiado helada para ti, calurosa para mí.
Y digo nuestra porque lo será. Sé bien que no reconoces mi olor. Tengo la certeza inmensa de que existes, y sabes que existo.
Y si, debo reconocer que como tú tengo miedo, miedo desesperanzado de que no estés, de que existas sólo en mi imaginación. Y creo te he visto, y me has visto esquivo. No sé cómo suena tu voz por teléfono, ni si sabes dormir sin roncar.
Ni siquiera he entre abierto mis labios para regalarte mis mejores susurros, sin embargo aquí están guardados pacientes en mis labios.

A veces, me recuesto leyendo algún libro antes de dormir, preguntando que harás tú antes de recostarte. Echo de menos sin conocerte aún tu ausencia, ausencia dominical mientras te entretienes leyendo la prensa, o cuando prefieres el silencio mientras ves algún juego, e imagino ese movimiento constante y molesto que hagas al dormir. Pero adoro esas piernas que den calor en los días lluviosos a mis pies helados.

Cuando duermas, me preguntaré, como me pregunto ahora que sueñas. Planearé un día para llevarte donde el cielo se confunde con el mar, allá en Oriente, en Mochima donde se me llenen los ojos de mar y de ocaso, degradé de naranjas y azules salvajes y agrestes.
Haré un este último intento de tenerte, besándote apasionada encima del mar y debajo de la penumbra. Una pasión guardada solo para ti, te minimizaré en un abrazo descarado, detrás de las montañas que velan este espacio tuyo y mío, allí en ese valle donde no solo yo baile desnuda, sino que las estrellas dancen conmigo sin secretos, reflejadas en el agua, donde el viento lama cariñoso los vellos finos que sujetan cristales de sal, erizados en mi piel, donde después del amor tu alma y la mía se confundan, donde un suspiro inquieto de tu cuerpo me pida ansioso otro beso, un silencio donde se posen tus manos invisibles en mis colinas, donde quieras clavar tus miradas, un lugar que me conozco, donde tu silencios y el mío sean honestos y no molestos, donde envueltos en la más clara noche de mar, sin quejidos la noche le de paso al alba, y puedas descansar tus sueños sobre la pequeñez confortable de mis senos, y yo me funda en tu fuerza, refugio de mis tristezas.

Ya me cansé de escribirte sin destinatario, ni dirección, no es justo mi amor, sé que incluso me lees, y aún no te acercas, encuentra un pedazo de mi esta noche, aunque estés lejos de aquí, sigue mi aroma dulzón, que me muero de miedo. Solo estamos mi música y yo esperando el calor que despides cuando hablas, o cuando se te ilumina la mirada felizmente apartada del mundo; un mundo en el que palabras como esta resultarían cursis, pero no me da pena escribírtelas, a ti, que sueñas conmigo, como yo contigo, que tampoco quieres conformarte con tragos amigueros un viernes por la noche, porque en serio necesitas de mis abrazos, de mis labios de mi alma y mis silencios…